Publicado por saludmentalperinatal.es
Si estás estresada y embarazada, saber que tu estrés afecta al bebé no es precisamente lo que quieres escuchar. Los estudios han encontrado que las mujeres embarazadas que sufren de ansiedad o depresión tienen más probabilidades de que sus hijos experimenten una variedad de problemas, como una mayor reactividad al estrés, más emociones negativas, problemas emocionales y trastornos de conducta.
¿Se trata simplemente de genética? ¿O será que los niños heredan la predisposición genética al estrés de sus madres? Los estudios realizados con animales sugieren que no todo es genético y que el ambiente juega un papel fundamental: si deliberadamente generamos estrés en una roedora embarazada, sus descendientes tendrán más trastornos de conducta. Pero si su experiencia de embarazo es más agradable y tranquila, las crías son más tranquilas, y una vez adultas más saludables.
Según recoge un artículo publicado en la revista PLoS One, la investigadora Helen Sharp y sus colegas hicieron un seguimiento a 271 mujeres británicas embarazadas, algunas de las cuales vivían en condiciones de estrés crónico, con parejas que las intimidaban con un trato humillante, degradante o amenazante.
Los investigadores supervisaron la salud psicológica de las mujeres antes y después de que nacieron los bebés, y también les preguntaron cuántas veces mostraban a sus bebés afecto físico. En concreto, a las 5 y 9 semanas después del parto, se preguntó a las madres con qué frecuencia acariciaban a sus bebés en la cara, la espalda, el estómago, los brazos y las piernas.
Los resultados son consistentes con la idea de que las caricias y el tacto afectuoso cariñosas ayudan a los bebés a desarrollar una mejor salud emocional. Y eso tiene sentido, dado todo lo demás que sabemos sobre el tacto: al fin y al cabo, somos descendientes de antepasados que se involucraron en niveles muy altos de contacto físico. El contacto físico ayuda a los bebés a crecer y prosperar.
Gwen Dewar, PhD



