ADOLESCENCIA
Problemas tratados:
· Agresividad
· Problemas de disciplina
· Trastorno de Atención con Hiperactividad
· Depresión
· Baja autoestima
· Ansiedad
· Fracaso escolar
· Timidez y Fobia social
· Aislamiento
· Miedos
· Adicciones: drogas, alcohol, tecnologías
· Conductas sexuales de riesgo
Si la adolescencia está ligada a un hecho biológico, no la podemos considerar independientemente de todo contexto histórico, social y familiar. El proceso adolescente incumbe no sólo al joven sino también a su entorno, pone en acto y cuestiona las diferentes dimensiones, individuales, familiares, sociales, institucionales y culturales.
La terapia familiar con adolescentes presenta una dificultad muy común y que determina en gran medida el éxito del tratamiento: el rechazo a la terapia por parte del adolescente que se siente obligado o “rehén” y la focalización de los padres en el adolescente como “culpable” del problema.
El trabajo que realizamos con adolescentes es principalmente un encuentro que va a abrir un espacio y un tiempo de reflexión y de trabajo psíquico para escuchar y comprender las dificultades a las que el adolescente y su familia están confrontados.
En función de las situaciones, el profesional desarrolla una respuesta apropiada a la especificidad de la clínica del adolescente en cuanto a momento intermediario de transformaciones del cuerpo pero también de vínculos familiares, el lugar que cada uno ocupa en el interior de la familia, las relaciones que se tejen con el exterior, lo social y el colegio como lugar privilegiado.
Nuestro enfoque de terapia familiar sistémica contempla a la familia como un recurso que es preciso potenciar para facilitar el restablecimiento del adolescente. La búsqueda de la propia identidad, el logro de una adecuada competencia social, la renuncia al narcisismo y la separación paulatina de su familia son los principales problemas que debe afrontar el adolescente durante esta etapa.
El adolescente busca su identidad dentro de un contexto familiar y social en el que los demás miembros de la familia también están adaptándose a una nueva etapa de su ciclo vital. A diferencia de las concepciones tradicionales, para las que la adolescencia implica la ruptura del vínculo padre-hijo, la terapia familiar sistémica promueve una gradual renegociación de ese vínculo desde la autoridad asimétrica de la niñez hacia una reciprocidad en la edad adulta.
La familia permite aprender y mantener reglas de interacción social adecuadas o inadecuadas, que se generalizan más tarde a las situaciones externas. Sin embargo, también los sistemas sociales que rodean a la familia son importantes: colegio, amigos, comunidad…
La adolescencia es antes que nada el pasaje del estatus de niño al estatus de adulto. Este cambio, se opera en función de reglas sociales. Nuestra sociedad occidental está centrada en la familia nuclear. Ser adulto, es ser autónomo, independiente de su familia de origen. Esto supone el hecho de separarse de ella. Pero esta separación corresponde a la negociación de nuevos vínculos, y no a una ruptura.
Durante la adolescencia de uno de sus miembros, la familia debe brutalmente delimitar nuevas fronteras, permitir al adolescente el ir y venir. Cada miembro debe encontrar un nuevo lugar, un nuevo rol, revisar sus compromisos con respecto al exterior. La autonomía del adolescente es complementaria de la de sus padres. Las relaciones con las familias de origen son igualmente puestas en cuestión. La generación anterior envejece, enferma, los padres deben cuidar de sus propios padres. Pero las dificultades de un adolescente pueden alejar a los padres de sus problemas existenciales y de impedir a la familia evolucionar hacia la siguiente etapa, estando la atención de todos focalizada en el adolescente. Independientemente de las tareas que le son propias y que permiten a los padres descentrarse del adolescente, estos deben acompañarlo en una serie de tareas: el desarrollo de la identidad, la emergencia de la sexualidad y la separación.
El proceso de separación implica que el adolescente y sus padres negocien una autonomía a tres niveles: emocional, financiera y funcional. Este proceso no es lineal, implica conflictos, regresiones… Se trata, para la familia, de evitar las trampas de una salida demasiado precoz o demasiado tardía.
En caso de crisis, el enfoque familiar es el más pertinente, puesto que tiene en cuenta la complejidad de las interacciones y trabaja hacia una individuación y emancipación de todos los miembros de la familia. Se trata de ayudar a la familia a encontrar su solución para pasar al estadio existencial siguiente.
El trabajo sistémico ofrece nuevas maneras de interpretar los síntomas y permite encontrar medios eficaces, partiendo de los recursos existentes en la familia.